jueves, 14 de noviembre de 2013

RENACUAJOS Y MUSARAÑAS


Cuando llegué al pueblo a principios de otoño aún quedaban renacuajos en la fuente. Jugábamos a poner unos cuantos en la palma de la mano y a verlos agitarse por la falta de agua. Echábamos con nuestras pequeñas manos unos encima de otros formando una sopa de cuerpecillos viscosos. Los mirábamos brincar, coletear y hacernos cosquillas en las palmas y entre los dedos. Era divertido volverles a soltar de un puñado o colgarlos por la boca en la punta de una rama de zarza, dejarlos secarse al sol y verlos al rato como un arenque seco.
A veces encontrábamos alguna musaraña en el camino y nos acercábamos mucho al suelo para observarla de cerca, pero no era suficiente. Había que alzarla, tomarla del rabo, examinarla y pasárnosla unos a otros para, con ojo forense, certificar que no se movía y que merecía la pena asegurarse.

4 comentarios:

  1. Angie, querida... como te podrás imaginar ME ENCANTA este dibujo. ¡Bravísima!!

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  2. Gracias maja. Lo que primero surgió fue el texto, en el taller literario de la casa rural de Ollogoyen. Me tocó hacer de niño de diez años y me fui con la chavalada del pueblo a coger renacuajos. La experiencia me dio para esta cosita y ¡cómo me lo pasé!

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  3. O sea que esa loca sádica ya venía de lejos...Mientras siga proyectando ese punto perverso en sus obras ganaremos todos.
    El dibujo precioso, el texto ya lo conocía ;)

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  4. El punto perverso me lo sacas tú con tus jueguecitos campestres. Habrá que repetir :D

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